Dinero es dinero es dinero

A veces pienso en los marcianos. Si de verdad están ahi arriba mirándonos, como nos gusta imaginar, tienen que alucinar mucho con las cosas que hacemos. Por ejemplo, bailar, que parece la cosa más natural del mundo pero si te paras a pensarlo, es completamente absurdo. Oir un ritmo y ponerte a agitar los brazos y las piernas, mover la cabeza hacia adelante y hacia atrás, aprovechar el movimiento para acercarte a la persona que te gusta en plan ceremonia de aparamiento… Si le quitas la música y los siglos de cultura ritual es completamente ridículo. Un marciano o cualquiera que no tenga interiorizados los códigos humanoides tiene que flipar.

Con el dinero pasa parecido. Qué pensarán de nosotros las otras formas de vida, que se supone que somos los más inteligentes de este lado del sistema solar y nos hacemos la vida imposible unos a otros por culpa de pedazos de papel. O de dígitos en una pantalla que se suponen convertibles en pedazos de papel – y que en realidad ni siquiera lo son porque si todos fuéramos a sacar el dinero que tenemos en el banco el sistema financiero se colapsaría. Si yo fuera marciana no entendería cómo una cosa que no existe puede llegar a tener tanta importancia.

En la primera parte de ese documental panfletario llamado “Zeitgeist” explican muy bien las reglas del juego más popular de la historia del mundo: el juego financiero (realmente es lo único bueno de la peli, la segunda parte con el tipo de la CIA descubriéndonos América es como para pasar al otro lado de la pantalla y ostiarlo hostiarlo*; y el final apoteósico con el barbudo new age haciendo de mesias de la era neocon es en, sín mismo, un nuevo género del marketing para sectas).

Bueno, pero el principio es bastante genial. Explica muy bien que el dinero como tal no existe. Es sólo una convención que se basa en la confianza. Como la religión, es una cuestión de fé. Lo que sí existe es el crédito -que tiene la misma raiz etimológica que la confianza y no es casualidad. El pedazo de papel, la moneda de metal, el importe electrónico son derechos de crédito. Su utilidad depende de la confianza que depositamos en ellos. O sea, que efectivamente son lo que dicen ser y que al final de la cadena de intercambio se convertirán en nuestros deseos. Yo pasé cinco años estudiando economía y nunca jamás ningún profesor nos explicó una verdad tan sencilla, la cosa es para mosquearse.

El sábado acabó el festival Drucker en Berlin, un encuentro de serigrafía e impresión que este año estaba dedicado – adivina adivinanza- a la crisis. El de arriba es uno de los documentos fiduciarios producidos en los talleres (aquí hay más). Yo desde luego no pagaría un duro por ninguno de ellos pero… es cuestión de fé. Y de gusto porque como papel de pared son mil veces más elegantes que los euros.

* Mensaje de mi querida madre que es única: “Hay algo que quería decirte hace tiempo. (yo, glups) Cuando escribes en el blog, siempre pones la palabra hostia sin hache. Seguramente te pasa porque escribes en varios idiomas. Así que ya sabes, es con hache.” 😀

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Soft Power. Arte y tecnologías en la era del biopoder

Pues ya está. Habemus flier, habemus web, habemus evento en el Facebook y todavía no habemus mailing porque tengo un sarao en mi lista de contactos que pa qué. Llevamos unos días muy intensos de intercambios de mails: con Natxo Rodriguez y Ana Valdeolivas de Proyecto Amarika que se ocupan de coordinar y de contestar a mi avalancha de e-mails; con Cristina que se encarga de la producción y tiene que encontrar las materias primas y los aceites esenciales que ha pedido el artista, Pierre Bongiovanni; con Iñaki de Creatta que ha entendido perfectamente el concepto gráfico y eso que no era nada fácil; con Raquel Meyers que lleva dos días instalada en mi casa picando html como una zombi y se ha currado una web super guapa (aunque yo en mi computadora veo las imágenes hechas un asco – alguien puede explicar esto? es un ubuntu 8.04 hardy heron con el firefox 3.0.10 y la resolución de pantalla está bien).
Es también una alegría haber empezado a recibir mensajes super estimulantes desde ya. Para los que no podais estar en Vitoria colgaremos fotos en la web y yo intentaré blogear pero no sé… 😉 Igual estoy muy ocupada colandome entre el público para que Pierre me dé un masaje.

Soft Power es un programa de actividades sobre la interseccion entre arte, tecnología y biopolítica que tendrá lugar en Vitoria-Gasteiz en otoño de 2009. Comisariado por Maria Ptqk para Proyecto Amarika.

Actividades de apertura:

Performance “Food action. 1000 calorías: 1€”
por Pierre Bongiovanni
Miércoles 10 de junio, 13h00
Sala Amárica

Sesión de masajes ayurvédicos

por Pierre Bongiovanni
Miércoles 10 de junio de 19h00 a 22h00
Jueves 11 de junio de 10h a 14h00
Sala Amárica

Conferencia “Presente de la ciencia, futuro del arte”
por Pierre Bongiovanni
Jueves 11 de junio, 19h00
Archivo del Territorio Histórico de Alava

Toda la información en: http://www.amarika.org/softpower

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Y sin embargo tan humanos. “Soft Power” en proceso

No podía más, estaba arañando la mesa. Pero ya lo puedo contar. Los próximos 10 y 11 de junio estaré en Vitoria presentando el proyecto curatorial en el que llevo trabajando los últimos meses, invitada por el Proyecto Amarika. Se celebrará en otoño y se llama “Soft Power. Arte y tecnologías en la era del biopoder”*. El grueso de la programación todavía está en la cocina pero huele muy, muy bien. Lo que hacemos ahora es sólo el principio: la presentación a prensa, más una conferencia y dos performances del artista multipistas Pierre Bongiovanni.


Esta no es la imagen de “Soft Power” pero no importa. Es de science-photo.com. Mis fotos favoritas de células son las de http://www.denniskunkel.com.

¿Una exposición sobre bioqué? Para situar: biotecnología es todo lo que tienes delante cuando abres la nevera o el cajón de las medicinas. El pollo que no sabe a pollo, las verduras que no saben a verduras pero tienen un color estupendo, la leche que se te olvida fuera de la nevera y no se pone mala ni pa dios, hasta el agua (la del grifo o la de la botella), todos los productos alimenticios ahora son de mentira. Contienen hormonas, transgénicos y sustancias químicas (y no, no hay nadie controlando sus efectos sobre la salud; pero eso sí: el tabaco mata). Y no sólo es la comida. La crema que te echas por la noche para que no te salgan arrugas, la pastilla que te tomas para no quedarte embarazada o la que se toma él para que se le ponga dura. La coca, los anxiolíticos, los anti-depresivos para que no estemos tristes. Los tampones, el desodorante, la depilación láser y unisex para que no se note que venimos de los monos. No nos hemos dado cuenta pero ya somos biotech.

La biotecnología ha entrado en el dominio de la vida cotidiana y se manifiesta en una poderosa cultura del diseño del yo que nos hace creer en un destino programable por la mano invisible de la ciencia, que nos vende promesas de excelencia (belleza, juventud, alto rendimiento en la cama y en el trabajo o bebés de ojos azules fabricados en un laboratorio) y nos deja acariciar el viejo sueño de una humanidad de alta definición. La fantasía del cyborg no es nueva. Desde Icaro hasta el monstruo del doctor Frankenstein o Robocop, los humanos siempre hemos deseado controlar el entorno y controlarnos a nosotros mismos, diseñarnos un futuro de perfección al amparo del tiempo, del sufrimiento o de la enfermedad.

Pero hablar de biotech es hablar de política. O más concretamente, de biopolítica, eso que el filósofo y homosexual francés Michel Foucault definió como “el gobierno de la población mediante el control de las cuerpos y de todos los aspectos de la vida”, sobre todo los que están más relacionados con la esfera de la subjetividad. Hablar de biotech es también hablar de geoestrategia y de economía, de leyes de propiedad intelectual y de la industria militar. Es hablar de la bioindustria, uno de los sectores comerciales más lucrativos de la actualidad que comprende el complejo agroalimenticio, el médico y el farmacéutico. Jacqueline Stevens escribe en “Tactical Biopolitcs”:

En agosto de 1945, dos bombas desarrolladas por el Manhattan Project fueron arrojadas en sendas ciudades japonesas. Inmediatamente, los militares estadounidenses enviaron equipos científicos para medir el impacto de las radiaciones mediante la recogida de datos epistemológicos sobre la salud de los supervivientes (…). En 1984 el departamento de energía de los Estados Unidos anunció que empezaría a investigar la representación del ADN para trazar con mayor claridad los efectos de las mutaciones genéticas provocadas por las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Es así como del Manhattan Project surgió el Human Genome Project que en 2003 completó la decodificación del genoma humano. A finales de la década de los 80 y principios de los 90, las compañías farmacéuticas empezaron a vender el potencial de la recombinación del ADN a inversores de capital riesgo y en 1997 el Instituto Nacional para la Lucha contra el Cancer anunció que a partir de ese momento la mayor parte de su financiación se dedicaría a la investigación genética. Es entonces cuando explota la iconografía genética y la propaganda incesante que reduce a los seres humanos a una materia inerte, tan estúpida y controlable como las proteinas del arroz.

Como todo lo que se hace con el corazón, “Soft Power” es el resultado de mis obsesiones. Bebe sin disimulo de las fuentes de los medios tácticos, del ciberfeminismo, de la filosofía política y de la estrategia militar. Y hay dos personas que me han inspirado por encima de todo. Una es Faith Wilding, otra es Beatriz Preciado. A las dos, muchas gracias por escribir y por ser tan reales. En breve, la comisaria bloguera de regreso con más.


* La web está en proceso pero pongo el link igual. Esto es la dos punto cero, no? Que se noten las costuras.

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The Story of White Trash

Pues ya he visto el famoso “The Story of Stuff” que tanto me habían recomendado. “The Story of Stuff” es un video escrito y presentado por la experta en comercio internacional Annie Leonard, que explica en 20 minutos cómo funciona la economía: la extracción de recursos naturales, la fabricación de bienes de consumo, la cultura del shopping, la obsolescencia programada y la (imposible) gestión de los miles de toneladas de trash que los white people producimos cada día.

Es verdad que está muy bien. Es sintético y conciso, con muchos dibujos, perfecto para niños y para adultos resistentes a la lectura. Es verdad también que es muy naif y muy yankee pero esto forma parte de su atractivo, y de su éxito blogosférico. Lo que más me gusta es que utiliza -¡dos veces!- una expresión que los teóricos de la nueva economía se empeñan en sacar del lenguaje común (como los malos de “1984” borraban las palabras peligrosas del diccionario). Economía material. Ahora lo que mola es decir que ya no producimos cosas, sólo conceptos, ideas, formas de vida, información, servicios intangibles… producción inmaterial. Como dice Leonard, eso es sólo una parte de la historia. La verdad es que seguimos rodeados de trastos, que no queremos saber de dónde vienen ni cómo se producen, ni cómo se consigue la energía con la que funcionan, ni a dónde van a parar cuando los desechamos porque ya no hacen juego con nuestra identidad posmoderna, cambiante, de usar y tirar (por cierto, el look punk ya no se lleva, vuelven las flores).

Para el City of Women escribí un texto sobre la falacia de la economía inmaterial (que además de ser un montón de páginas, está en inglés, menudo rollazo). También tengo por ahí un post en el que puse mucho cariño sobre el e-waste, o sea se, los desechos de la electrónica de consumo: los móviles que ya no funcionan, los que sí pero no graban videos, los millones de ordenatas que no pueden cargar con el windows vista, los ipod aquellos de mentira que regalaban con El Pais, los iphone que se conectan al facebook y te frien el cerebro a ondas electromagnéticas y además son una horterada… toda esa mierda que representa entre 20 y 50 toneladas anuales y que mandamos -o más bien: vendemos– a lugares lejanos y baratos (este post está en castellano y tiene un montón de fotos guapas con mujeres orientales rodeadas de chatarra). Así que me hace mucha ilusión que el tema empiece a circular.

Al loro cool hunters que leeis este blog: ¡aquí hay un trend con futuro! En Alemania ya venden bolsas de tela para no usar las de plástico cuando vas al super (no está mal, si no fuera porque las de tela también son un trasto y también las hacen los niños chinos y también acaban convertidas en trash). Go green young man… but please: keep shopping!

ACTUALIZACIONES via comentarios:

How Long Will Our World Last? (Yes, We Are Screwed)

Clika en la imagen para verla en grande

El timo de los megapíxeles o por qué no vamos bien
¿Realmente necesitas un ordenador/móvil/cámara nuevo/a?

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Be creative under-class! Mitos, paradojas y estrategias de la economía del talento

Con tanto post sobre economía creativa, y tanta bronca, mi blog estaba pidiendo a gritos un nuevo Open Folder (esos banners que aparecen en el sidebar que parecen portadas de libros pero no lo son pero así me los imagino). La nueva criatura se llama “Creative Economy for the underground” y obedece a la imperiosa necesidad de recopilar materiales que narran la historia de la economía de la creatividad desde otro punto de vista, que ya va siendo hora.
El dibujo es de I have no cubicle, una serie de dibujos muy divertida de una creativa encerrada en una oficina.

Aunque ya hay bastantes materiales, lo estreno con un texto encargado por YProductions y que se acaba de publicar en su biblioteca. Esta es la intro. Para leerlo entero, si us plau, recondúcete a la site de ellos.

Be creative under-class! Mitos, paradojas y estrategias de la economía del talento

La economía de la creatividad es uno de los hypes del momento. A primera vista, aparece como un proceso histórico natural, la consecuencia inevitable de la evolución de la técnica y la industrialización. A medida que éstas avanzan, a este lado del mundo no nos quedaría más remedio que especializarnos en aquello que las máquinas (aún) no pueden hacer: pensar, conceptualizar, imaginar y en definitiva, gestionar la producción y el intercambio de intangibles. Es el discurso ya conocido sobre el agotamiento del modelo industrial y la mutación del capitalismo. Pero estos cambios profundos en la forma de producir riqueza, aunque son reales, se han acompañado también de un proceso paralelo, de orden discursivo. Para hacerse efectiva, la nueva economía de lo inmaterial ha necesitado explicarse a sí misma. Buscarse un nombre -y aún está en ello: economía del talento, capitalismo cultural, semiótico o informacional, la terminología es amplia y sugerente- y rodearse de un entramado de narraciones. Relatos más o menos mitificadores que hablan de causas, ciclos, oportunidades y protagonistas, que cohesionan en un proyecto aparentemente compartido y proporcionan una hoja de ruta para hacer frente a la incertidumbre. La creatividad, en todas sus declinaciones, funciona como uno de estos mitos.
Pionero en este proceso fue el gobierno británico New Labour de Tony Blair en 1997, el primero en acuñar el término industrias creativas con su doble movimiento de economización de la cultura y culturalización de la economía. El artefacto Cool Britannia, que vemos ahora replicado en tantas políticas públicas en España, desplegó dos acciones coordinadas. Por un lado, la re-definición de lo que entonces aún se conocía como industrias culturales y de servicios: cine, televisión, radio, edición, música, arte, artes escénicas, antigüedades, artesanía, vídeo, videojuegos, arquitectura, moda, desarrollo de software, servicios informáticos y diseño. Por otro, la puesta en marcha de “una potente campaña pública para persuadir al mundo de que el país que Napoleón despreciaba como una nación de tenderos se había convertido en un país de artistas y diseñadores”.

Más de una década después del boom de las industrias creativas, asistimos ahora a la puesta en escena de un segundo discurso mitificador. Ya no se trata solamente de promover determinados sectores productivos sino de entender cuál es la esencia del trabajo creativo y avalarlo como el modelo profesional de la nueva economía del talento. Desde el new management el mensaje es simple. Para hacer realidad el cambio de modelo es necesario comprender y teorizar esa nueva forma productiva y, a partir de ella, impulsar una amplia cultura de la creatividad que impregne todos los niveles de la actividad económica y se interiorice socialmente como la nueva cultura del trabajo contemporáneo. El brave new world of work que diría Ulrich Beck.

[Seguir leyendo: descárgate el PDF]

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Do you remember West Germany?

El tira y afloja en torno al difunto aeropuerto de Tempelhof sigue adelante. Por un lado, las autoridades de Berlin que, aunque todavía no saben qué carajo van a hacer con él, de momento lo usan para alentar sentimientos patrióticos dignos de la mejor telebasura. Por otro, iniciativas como Tempelhof Fur Alle (o sea, para todos) que intentan que lo que se vaya a hacer con semejante mole de cemento y campo abierto, no sea a espaldas de los habitantes de la ciudad. De momento, los primeros ganan por goleada. Para muestra, la que liaron hace dos días, 12 de mayo de 2009, cuando se cumplía el 60 aniversario del puente aereo.

El puente aereo (der Luftbrücke) es un episodio de esos que les recuerdan a los alemanes que no son un país sino dos y para entenderlo hay que hacer un poco rewind hasta el final de la 2ª guerra, cuando los ganadores -Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la URSS- se repartieron Berlin. Muy poco después del reparto ya estaban a ostias y los soviéticos, que son muy chulos, decidieron cerrar todas las entradas de suministros a Berlin Oeste para que las pasaran putas. Asi que los yankees, que pa chulos también, respondieron con un despliegue de medios como sólo ellos saben hacerlo. Durante 11 meses aviones americanos llevaron a Berlin Oeste comida, agua y medicinas hasta que los rusos se cansaron de tanta humillación pública y levantaron el bloqueo. Todos esos vuelos llegaban al aeropuerto de Tempelhof que se convirtió en el símbolo del triunfo del bloque occidental sobre el soviético. En los libros de historia, el bloqueo y el puente aereo de Berlin marcan el inicio oficial de la Guerra Fría.


Numerarios de la OTAN haciendo cola para su ice-cream

La fiesta del otro día era un circo espacio-temporal absolutamente hortera. Puestos de salchichas y cervezas, viejos llorando y vestidos de militar, conciertos de jazz de los años cuarenta, coros de niños, globos con mensajes de paz, aviones de época y muchas, muchas, muchas banderas. Aparte del kitsch, no me lo quise perder porque la arquitectura, diseñada por el arquitecto de Hitler, Albert Speer, e inmortalizada en varias películas (entre ellas, “El cielo sobre Berlín”) es para caerse de culo. Mis fotos son muy malas porque las hago con una anticualla de 2 megapixels (¡una de las primeras Canon digitales del mercado!) pero dan una idea del ambiente.

Para el 20 de junio, los Tempehof fur Alle tienen preparada una okupación (con k, sí) del mamotreto. Diez días después, del 1 al 3 de julio, desembarca allí un show de moda de cuyo nombre no me quiero ni acordar. Whatever, muy Tempelhof.

Más fotos de Tempelhof.

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El No como estrategia

Hace un par de semanas tuve una experiencia desagradable y significativa. En primer lugar se publicó en el blog de Innobasque un texto de Ricardo Antón sobre el evento Bizkaia Creaktiva que se había celebrado en Bilbao unos días antes (el típico evento sobre la creatividad como nuevo motor económico para sectores industriales en crisis de liquidez, ideas y energía; un evento que por otra parte estaba recibiendo muchas críticas off-the-record por parte de personas con puntos de vista y posiciones distintas pero muy pocas en espacio públicos como Internet. El post que escribí al respecto en su día iba en esa linea de crítica; el de Ricardo, aunque más respetuoso, también). En segundo lugar, se abrió una ronda de comentarios que inició Asier Perez de Funky Projects sin pelos en la lengua, disparando a las piernas. A partir de ahí, como era de esperar, la conversación continuó en el tono dialogante que es marca de la casa Innobasque hasta que apareció en escena una tal Belinda bastante cabreada por el post en cuestión. Bocazas como siempre, entré al trapo enseguida y, tras un par de comentarios subidos de tono entre ella y yo y otro más que me calificaba de troll, Julen, el moderador del blog decidió cerrar los comentarios. Los abrió unas horas más tarde, como si nada, pero la advertencia ya estaba hecha. Hace unos días han publicado un post sobre la política de comentarios, supongo que a modo de justificación, echando mano de los santos padres de la net-etiquette y toda la blogosfera española, sus majestades los Microsiervos.

Realmente que me llamaran troll me da igual (aunque es muy discutible que lo sea yo pero no Belinda, o que el pistoletazo de salida desde Funky Projects no hubiera ya sentado un precedente macarra en lo que a tono de refiere). Se trataba sólo de callarme la boca. Y hay que decir que tienen toda la razón. En las conversaciones de caballeros -las que dirigen el mundo- el código de conducta exige ser moderado, consensual, negociador. Buscar los puntos de acuerdo y nunca los de desacuerdo, apartar el conflicto en pos de “lo que nos une”, aunque esto sea una ficción, un lugar indefinido y en equilibrio inestable en el que el dialogo de sordos se impone al intercambio de verdad.

Enterrados entre tanta corrección (política), había sin embargo algunos comentarios que hablaban de lo que realmente importa en un contexto como ese: el desencuentro. Rescato el de Rubén de YProductions que lo explica muy bien:

Los campos de negociación entre una forma de entender la sociedad y la otra son limitadas. De hecho estamos frente a una lucha política, frente a formas de concebir el mundo y su naturaleza casi enfrentadas.


Cortesía de Hugh McLeod

Decía la filósofa Marina Grzinic en una conferencia que lo característico del capitalismo neoliberal es favorecer la confusión para imponer algo que se parece al consenso. Diluir la percepción de la diferencia (que no la diferencia misma), matar la conflictividad, hacernos creer que tenemos un plan de viaje compartido. Que es de nuestro interés colaborar con el modelo de mundo que nos proponen desde, por ejemplo, una asociación de empresas y multinacionales como Innobasque. Que si ellos ganan, ganamos todos. El One World, One Dream de las olimpiadas chinas. Decía Grzinic que es hora de recuperar el conflicto y que esto empieza por dejar muy claras las posturas de cada cuál. Volver a trazar lineas de demarcación. Aprender a decir “esto no me gusta”, “yo no soy tú y hablo desde otro lugar” y decirlo alto y de frente. No se trata de volver a los discursos setenteros, que ya no nos valen, pero si queremos encontrar nuevos lenguajes de intercambio (y de entendimiento) tenemos que empezar por aceptar que el conflicto existe. Que ese sea el punto de partida para el diálogo, y no una especie de consenso precario en el que, si piensas que no pero te callas, tienes todas las de perder.

Slavoj Žižek, otro filósofo esloveno como Grzinic, apunta en la misma dirección en su obra “En defensa de la intolerancia” (y copio extractos del blog solodelibros):

Ante la progresiva economización de la política —regida por los grandes imperios empresariales—, es necesaria una actitud disconforme, politizante, que defienda desde posiciones de izquierdas una visión alejada del multiculturalismo inocuo y anestesiante que se impone desde el ejercicio tolerante del poder (…).

El capitalismo feroz, que ha evolucionado hasta convertirse en un mecanismo que aglutina a cualquier otro sistema, no permite que especulaciones de índole política (no digamos ya humanista, siquiera moral) pongan en cuestión la idoneidad de su funcionamiento. Las tradicionales divisiones entre derecha e izquierda, conservadores y progresistas, pierden valor ante un régimen que diluye las diferencias en favor de una igualdad que unifique a todos bajo un aparente velo de felicidad y progreso. De ahí que el multiculturalismo, el liberalismo tolerante que se favorece (casi se impone) desde las tribunas, no sea más que una fachada que sólo tiene como fin aunar a todo el género humano; una masa de seres que perciben sus distinciones como una mera desviación (…).

He aquí la verdadera política: ese momento en el que una reivindicación específica no es simplemente un elemento en la negociación de intereses sino que apunta a algo más y empieza a funcionar como condensación metafórica de la completa reestructuración de todo el espacio social (…).

Esto ha dado lugar a lo que Žižek llama post-política: un sistema en el que las diferencias entre visiones políticas enfrentadas (más o menos tradicionales) queda sustituido por una alianza entre «tecnócratas ilustrados» y «liberales multiculturalistas». La política deja de ser el arte de lo imposible (cambiar los parámetros de lo comúnmente aceptado) para transformarse en el arte de lo posible, de lo que funciona: esto es, de lo que genera beneficios.

Actualización del debate: nuevo post en el blog de Innobasque, “Conflicto y dolor en la innovación”.

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Menos mal que están las chicas malas…

… para sacarme del estupor, que sino me quedo encharcada en el revival Beauvoir y no regreso. Primero: las Ladyfest Sur que se han currado un pedazo programa de actividades que me duele el dedo de darle al scroll. Además de conciertos hay una empapelada colectiva de un bar, la expo “El ataque femenino de 150 cms o más”, por supuesto el siempre recomendable taller de dildos, una selección de docus bajo el sugerente título de “Bregas en bragas” en colaboración con Zemos98 (y más más más audiovisual) y un taller de comic femenino underground y de autobiografía:

El cómic underground surgió en la prensa contracultural norteamericana a finales de los 60, y llegó al estado Español en los 70. Hemos oído y leído muchos de las revistas o autores (Zap comix, Weirdo, El Víbora, R. Crumb, Nazario, Max Ceesepe…), sin embargo las mujeres que estuvieron presentes han sido invisibilizadas. En esta actividad os proponemos recuperar sus nombres (Julie Doucet, Trina Robbins, Mary Fleener, Roberta Gregory, Phoebe Gloeckner, Aline Kominsky, Diane Noomin, Debbie Drechler…), el importante fenómeno contracultural feminista que crearon y las revistas donde publicaban (Wimmen’s Comics, Twisted Sisters…), analizando sus miradas, sus historias y sus trazos.

Después: el juego de la oca Feministas / Lesbianas con el que el colectivo belga Scumgrrrls celebran el número 15 de su proyecto editorial. “Un tablero de la oca en tamaño real para revivir los grandes y pequeños momentos de las luchas feministas y lesbianas. Para sumergirse en nuestra historia y nuestras identidades de género”.

Y como siempre: las discusiones con hombres y mujeres que dicen que no entienden que las chicas modernas todavía andemos con estas boludeces de hippies sin sujetador. La última la escribo aquí para que no se me olvide (para contextualizar: él, un hacker veterano que dice que vive sin dinero y ha montado una empresa camuflada de secta poscapitalista en la que él es “el emperador”. Farsante pero original):

“Cuando tú te posicionas como una mujer, yo me veo reducido a mi rol de hombre y me siento desposeido, privado de mi humanidad”

Bingo (no es tonto el emperador). El monopolio de la humanidad. El masculino como género neutro. Ser un hombre como sinónimo de ser. Y los que no encajan en la categoría de referencia, a buscarse la vida en la sub-categoría del otro, ese “hibrido entre macho y castrado” que se llama diferente. No sólo son las mujeres, también los niños, los viejos y las viejas, los pakis o los negros, los maricas que no están buenos, los tios a los que no se les levanta. Decir que son personas diferentes es aceptar que existe un modelo con el que compararse: están los iguales y están los que no lo son. Hombres pero menos. Seres humanos subdesarrollados.

Y acabo con el clip de Yelle “Je veux te voir”, una oda a esa sexualidad desinhibida tan Made In France: Je veux te voir / Dans un film pornographique / En action avec ta bite… Tu es tout nu sous ton tablier / prêt à dégainer … On n’avait pas prévu de passer la soirée avec des rigolos / On voulait voir des pectoraux / Des mecs montés comme des taureaux… El otro día en la manifa del Mayday había un revolucionario con una camiseta que decía “Bad Boys Never Go Out Of Fashion“. Pobre criatura 😉
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Dedicado a todos los que nunca irían a una manifestación: Happy Recession!


http://www.euromayday.org/

Más fotos

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Cómo no se mide el arte. Texto de adhesión a la Sala Rekalde


El vídeo de la discordia, “5 min. de objetividad ante una escultura verde en Bilbao” de Khuruts Begoña

A raíz del quilombo que se ha montado por el cese de la directora de la sala Rekalde, Pilar Mur, y el cuestionamiento de la calidad de su programación, aquí van unos cuantos links de información y apoyo:

Artículos informativos:
Sobre el cese de Pilar Mur.
Sobre la “programación errática” de la sala Rekalde, su escaso número de visitantes y otras chorradas sobre el valor de una sala de arte en una ciudad luna park.
Artículos de opinión firmados por Pablo Martínez Zarracina en El Correo:
“Ceses de vanguardia”
“Arte sin público”

Carta de apoyo:

Nuestra preocupación por los recientes artículos en prensa que informan del cese de la directora de la sala Rekalde se ha ido tornando en indignación y bochorno al ver la manera en la que están derivando en una campaña mediática de descrédito del programa de la sala y, de paso, de la propia idea de arte contemporáneo como espacio de reflexión crítica. La coartada que parece cobijar este desdén hacia el arte contemporáneo es la idea, pertinaz en la opinión mediática, creciente en la sociedad y demasiado frecuente entre algunos gestores públicos de la cultura de que la valoración del arte es relativa, cuando no arbitraria, así como ponderable en términos de popularidad contable. En el arte contemporáneo hay mecanismos de análisis, debate, consolidación y validación tan legítimos (y, por otra parte, tan especializados) como en cualquier otro espacio de saber. Esto aconseja que a la hora de evaluar o emitir juicios se tengan en cuenta los aspectos específicos del propio sistema del arte, si se persigue alcanzar un mínimo de racionalidad y eficacia.

Necesariamente, hay opiniones abiertamente opuestas en el análisis y debate que valida el arte, porque el arte es precisamente un ámbito donde la permanente crítica de los métodos y discursos de validación es condición necesaria. Es, pues, no sólo legítimo sino deseable someter a crítica este programa y los parámetros de éxito que lo han hecho relevante. Pero también hay que exigir un mínimo rigor a la crítica. La valía del programa llevado a cabo por la sala Rekalde en los últimos años es un hecho constatable, contrastado y avalado por muchas de las instituciones y los profesionales nacionales e internacionales más destacados del ámbito del arte.

Quizá sea necesario recordar que el lugar que ocupan los centros como Rekalde es aquél en el que los comportamientos críticos aún no canonizados por una inevitable institucionalización producen la realidad discursiva de la que se nutre todo el entramado de la cultura contemporánea. Estos centros están volcados a la parte de “producción cultural”, a diferencia de otro tipo de equipamientos más dirigidos a la de “consumo cultural”. Las nociones de “producción” y “consumo” exigen dinámicas muy diferentes por parte del espectador. Por ello, es inadecuada cualquier valoración de la eficacia social de la sala Rekalde a partir de criterios estadísticos en los que se compara su número de visitantes con, por ejemplo, el del museo de BBAA de Bilbao o el Guggenheim. Lo es porque cada uno de estos equipamientos responde a dinámicas y objetivos radicalmente diferentes. Por otro lado, ¿de dónde surgirán los artistas que nutran a esos lugares dedicados al consumo cultural, si no es de lugares de producción experimental, necesariamente mucho más minoritarios?

Es por tanto esa “producción” y su estructura las que corresponde evaluar: ¿necesita la sociedad estructuras de producción como la descrita o, por el contrario, la apuesta consiste en promover exclusivamente políticas de medidas para incentivar el consumo, sea cultural o no? Si adoptamos una visión sistémica de la cultura, algo que es exigible a la responsabilidad de toda política cultural en condiciones contemporáneas, no podemos pasar por alto la importancia de este tipo de producción para la salud de todo el sistema. Una política cultural que apueste por el modo de producción experimental se define por su apoyo a un sistema social en constante cambio donde la diversidad es el pilar fundamental, porque, como se sabe, el sistema vive y se regenera en la producción incesante de diferencias.

La contextualización de todo este proceso en parámetros de polémica ideológica, a través de la alusión a la obra retirada el pasado año del certamen Ertibil, es falaz y cumple, mediante la demagogia, la sola función de anatemizar ante la opinión pública la propia idea del arte como agencia crítica. Es irónico, además, que Ertibil sea precisamente un certamen que no forma parte del programa de la sala sino que se aloja allí a iniciativa de la Dirección de cultura de la Diputación.

Lo que una vez más confrontamos tras esta operación de descrédito es la fragilidad de las estructuras culturales públicas ante la oportunidad política o la irresponsabilidad mediática. Una fragilidad que será endémica mientras no se establezcan y apliquen códigos de buenas prácticas en el ámbito de las artes visuales que garanticen que los profesionales puedan realizar su quehacer y que éste sea debidamente examinado y evaluado por conocimiento experto. Ésta es una de las cuestiones centrales de un debate largamente demorado y siempre pendiente sobre las políticas culturales.

Por todo lo dicho y ante el clima generado por el cese aún no comunicado oficialmente de la directora de la sala, reclamamos de la Diputada de cultura de la Diputación de Bizkaia un gesto de desagravio. Éste deberá dejar fuera de toda duda la solvencia del programa llevado a cabo en Rekalde y de la comunidad del arte como ámbito profesional y de conocimiento que en su extrema pluralidad mantiene una innegable seriedad y un demostrable prestigio, al tiempo que reafirmamos nuestro posicionamiento de total desacuerdo con la puesta en peligro de un espacio de producción contemporánea, de los cuales estamos tan escasos. En este sentido, los y las abajo firmantes, junto a un nutrido grupo de profesionales, estamos trabajando en una declaración del sector que haremos pública en breve.

Este escrito, firmado por profesionales que representan distintos ámbitos y sensibilidades del sector del arte, circula desde este momento sumando adhesiones de la comunidad artística nacional e internacional a través de la dirección de mail rekaldeadhesiones@gmail.com.

Gracias a Ricardo Antón por mantenerme cerca en la distancia.

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