Edición revisada de “Funky Business”. Ahora con la coletilla “Forever. How to enjoy capitalism”. Toma candela.
En este proceso ha sido clave la cultura de vida a lo Silicon Valley (una ojeada por cualquier artículo de Wired te puede dar una idea de lo que significa) y mucha literatura sobre nuevo management. En mis manos cayeron dos libros, ya hace años, que me empezaron a mosquear: “Funky Business. O cómo el talento mueve el capital” y “La ética hacker y el espíritu de la era de la información”, libro de cabecera para toda una generación de activistas digitales, y a la vez una biblia de los nuevos recursos humanos de corte cool y neoliberal. En ambos cantan la mona sobre una de las principales virtudes del espíritu hacker -la pasión- olvidándo curiosamente otra de ellas: la precariedad. El trabajador hacker es también el que no cobra, o cobra poco o cobra tarde, no tiene derechos laborales (ni los quiere porque está contra el sistema) ni protección, ni seguridad. Lo miremos por donde lo miremos el trabajador hacker es un chollo.
A lo que voy es que el modelo del trabajador hacker viene calcadito del sector de la cultura. Y os dejo con Andrew Ross que lo cuenta muy bonito, entrevistado por Geert Lovink para MyCreativity Reader. A Critique of Creative Industries“:
“En mi ensayo No-Collar: The Human Workplace traté de describir y diagnosticar estas condiciones de auto-explotación de los trabajadores cognitivos. Hoy todos los empleadores de la industria del conocimiento reconocen los beneficios de este tipo de trabajador ideal, que percibe el riesgo como un reto y un estímulo, que está acostumbrado a largas jornadas de trabajo a cambio de gratificación y que está dispuesto a entregar su tiempo libre y sus pensamientos a cambio de mobilidad y autonomía. La gente del arte siempre ha vivido con esa mentalidad y saben un par de cosas sobre la inseguridad que conlleva.
Ahora todo gira en torno a los trabajadores culturales, antes considerados completamente al margen de las fuerzas productivas y ahora cada vez más centrales como fuente potencial de valor económico. Durante décadas, las teorías culturales han ignorado las condiciones reales de trabajo de los agentes culturales. Hace años, hubiese sido un acto notable de previsión social imaginar que un día los artistas, los escritores y los diseñadores acabarían siendo vistos desde las instancias de gobierno como modelos de emprendedores para la nueva economía. Y sin embargo aquí estamos.
En la década de los 90 trabajé como investigador académico con asociaciones sindicales en Estados Unidos, sobre todo con sindicatos del sector industrial y de servicios. Fue loable pero a menudo signifió olvidar las cuestiones laborales de nuestro propio trabajo. En aquella época era difícil encontrar una audiencia que entendiera esa falta de reconocimiento y que teníamos que alertar a los movimientos laborales de los peligros de las emergentes industrias culturales, creativas y del conocimiento.
Poco tiempo después, los managers e ideólogos de la nueva economía fueron dando forma a la percepción general sobre cómo se produce la riqueza en el nuevo contexto económico, y los movimientos laborales se quedaron atrás, mordiendo el polvo. Los trabajadores del sector tecnológico ayudaron a dar glamour a la semana laboral de 24 horas y 7 días; el diseño, el arte y la arquitectura fueron celebrados como mecanismos para incrementar el valor de la propiedad inmobiliaria; la ética MyCreativity del amateur se convirtió en la base para un nuevo modelo de producción con precios reducidos que supo ver la oportunidad de explotar la cultura de la atención como mano de obra barata”
Este post responde fragmentadamente a años de leer Consultoría Artesana en Red, un blog que, a pesar de nuestras divergencias -o no: gracias a ellas- es una de mis mayores fuentes de inspiración.
Por alusiones 😉
En primer lugar, tu diálogo con Daniel me viene que ni pintado como argumento inicial: estás “dentro” de Facebook como forma de ser objeto y sujeto de experimentación. Estamos dentro de un sistema plural, fragmentado y que reinterpretemos constantemente con nuestra constancia analítica. Pero me temo, María, que estamos dentro del sistema. Eso sí, a ver si con suerte nos quedamos en una esquina y, en la medida de nuestras posibilidades, movemos algo. Ya sabes que vivo de la consultoría y esa es una servidumbre con la que, créeme, gozo. Porque no trabajo con empresas, sino con personas. Es mi autodefensa: todo el tiempo trato de ver personas y no empresas. Quizá me engañe a mí mismo, quizá no.
Tu preocupación y la mía me temo que es la misma. Así que igual que a mí me inspira tu aproximación al mundo empresarial, diferente a la que suelo encontrar entre directivos, supongo que a ti te hará gracia que yo mire a lo que pasa en otros sitios, por ejemplo, la cultura (sea esto lo que sea). De vez en cuando aparece alguna que otra chispa de discrepancia porque me parece que vamos a lugares similares pero con puntos de partida diferentes.
Ahora voy con algunas matizaciones. La campana de Gauss reparte estopa y alabanzas casi por igual. En las empresas hay gente con ganas de cambiar formas de hacer las cosas, con ganas de que las personas sean realmente protagonistas de su actividad. ¿Problemas? A miles. Pero ahí dentro hay gente que quiere “desde dentro” generar dinámicas de cambio. Descubrir estas iniciativas es complejo porque -es mi argumento más utilizado- no se trata de empresas sino de personas.
En el fondo la cuestión es ética. Yo he escrito varias veces en torno a la cuestión y en mis clases lo machaco por activa y por pasiva. Crowdsourcing: ¿estamos tontos? A mí me preocupa alimentar al monstruo, pero ¿cuál es el monstruo? ¿Es un sistema monolítico?, ¿es Microsoft?, ¿es Google?, ¿es Nike?, ¿son las empresas normales y corrientes?, ¿somos tú y yo?, ¿es Patxi López? El sistema está fragmentado y se recrea a sí mismo de miles de formas diferentes. Y una que es la más temible: de formas tan apetitosas que las consumimos con placer. ¿Obama?
Si te violan, ¿qué puedes hacer? ¿Se trata de relajarse y disfrutar? Qué miedo. Quizá ni sabemos que nos violan, porque frente a la doctrina del shock ahora hay formas mucho más elaboradas. No hace falta provocar grandes cataclismos. Ahora entra con vaselina, suave suave y con gusto. Disfruta del capitalismo. Funky business for ever.
Por mi parte me conformo con decir de vez en cuando alguna incongruencia que llame la atención para que la gente esté alerta. Porque las empresas hace tiempo que juegan a entrar en la esfera de nuestra intimidad. Endesa quiere preocuparse por los hijos de nuestros hijos, ¿no? Repsol usa la imagen de la autorrealización con la clásica pirámida de Maslow. Podemos pensar en dinámicas perversas o simplemente en que han descubierto otras formas de vender.
Ulrich Beck decía hace ya unos cuantos años:
“El capitalismo temprano se orientó a explotar el trabajo; el contemporáneo explota la responsabilidad. Antes los que participaban tuvieron que generar resistencia al trabajo, hoy se verán forzados a contribuir al resultado del negocio. Antes sólo tenían que colaborar, hoy han de implicarse en los planes y riesgos. Antes estaban subordinados al proceso de elaboración como una pieza del engranaje, hoy el proceso de elaboración queda supeditado a su compromiso. De ahí que en la actualidad las grandes empresas proceden, en amplios sectores, a reconvertir las mentalidades a fin de fragmentar el poder de decisión. No se trata sólo de que se constituyan centros de beneficios descentralizados, sino que incluso
cada equipo de trabajo no ha de cumplir un plan de trabajo sino que ha de demostrar su propia eficacia económica.”
Y ahí estamos, dentro y fuera del sistema a la vez. Eso sí, yo encantado de que tú escribas esas cosas porque si no lo hacemos, acabamos dentro del redil, sin ningún sentido crítico con la ¿felicidad? de la que disfrutamos.
Por cierto, María, me has hecho recuperar algunos otros artículos que he escrito sobre estas cosas. Por si alguien se aburre y quiere leer de estas cosas:
Trabaja gratis, maldito
La tecnología hace más pobres a los pobres
La ética del coaching: una visión crítica
Mundos paralelos, mundos podridos
Lo dejo por ahora. Seguimos hablando.
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Si te parece, recojo tu guante y trato de escribir algunas cosas en mi blog, citando este hilo y algún otro. Me hace falta organizarme algunas ideas. Son unas cuantas preguntas que podemos ir desgranando en nuestros blogs.
Seguimos en ello. Hay que ver qué bien que lo pasamos. Como decía Albert Pla en una canción: “Lo mal que estamos pero qué bien que lo pasamos”. Bueno, nosotros tampoco estamos tan mal, supongo.
Nos leemos.
Juas, ¿ dónde habré oído recientemente aquello de hacker+pasión+gratis ? 😉
Está claro que para los empresarios de hoy, el trabajador hacker es un chollo si éste se plantea con esas palabras. Así que deberá ser responsabilidad del trabajador hacker, además de disfrutar y sentir pasión por lo que hace, hacerse valer y cobrar en consonancia. Pero es que no todo en esta vida es dinero. Hay muchas maneras de compensación.
Algunos se sienten ya recompensados con esa pasión que sienten al ir a sus puestos de trabajo. Y hasta pueda que eso se deba a sus jefes, porque han planteado la actividad de una forma diferente. Es por esto que la motivación es un factor importante. Yo suelo poner por encima el “estar a gusto” al cobrar más.
Tema complicado. Me da cosa incluso entrar en la conversación pero le voy a echar la vergüenza a un lado y voy a hacerlo.
El tema de la precariedad es algo que me vino a la mente cuando leí a Himanen, no solo en lo referente al dinero, sino al tiempo también. Además de convertirse en trabajadores gratuitos, la flexibilidad del tiempo se puede traducir en trabajadores a tiempo total si vamos a otros extremos que no sean de crisis, sino de sobresaturación de trabajo (lease bonanza económica). Los valores de los que habla la ética hacker son eso, valores, de nosotros depende el uso que hagamos con ellos, como los cuchillos…
Hola Loretahur 🙂 Te suena no?
Yo también soy de las que pone por encima la satisfacción. Lo que quiero decir es que, cuando desde un departamento de RRHH se habla de etica hacker, no se está oensando en que el trabajador se sienta a gusto para hacerle la vida mejor sino en aumentar su productividad y reducir su potencial de conflicto. Visto con una perspectiva más marxista, es una forma de des-politizar el trabajo.
Mucha razón lo que dices del tiempo, Jguridi! Es el gran recurso escaso de la actualidad.
Hola,
Lector anónimo del blog (hasta ahora) me decido a añadir un comentario (más bien un añadido) para esta entrada. Por cierto, muy necesarias este tipo de reflexiones que ayudan a pensar los modos en el que el tiempo de vida es reconvertido en tiempo de trabajo. A modo de complemento pues, añado un texto del proyecto “Copenhagen Free University” que, por estar fechado el 2001, se situa justamente a caballo del 1999 (Funky Bussines) y el 2004 (ética hacker). Y no hace sino remarcar las afirmaciones de Andrew Ross aunque de modo más conciso. Ahí va;
“When we turn our attention to the mode of aesthetic production we have to recognise that the artist is becoming the role model worker of the knowledge economy. The artist is traditionally investing ‘soul’ in the work, which is exactly the qualifications modern management is looking for when looking for a new employee. The entrepeneurship, self-employed independence and the sacred individuality of artists are the dream qualifications of the knowledge worker of tomorrow: An unorganised, highly skilled individual with no solidarity selling his/her living labour as a day-labourer. The heroic avant-garde artist of yesterday will become the scab of tomorrow. We see it around us and are doing it ourselves, with interest or without interest.” Sacado de; http://copenhagenfreeuniversity.dk/allpow.html (vale la pena echarle un ojo…)
PS: IMHO, +1 x el blog.
Yann, mil gracias por la referencia. Por ahi vamos, si. Te interesará esto: http://www.networkcultures.org/mycreativity/
Muy bueno wifi-research!