A Itziar Ziga no le hace falta que nadie la presente porque lo hace ella sola maravillosamente bien en el primer capítulo de su primer libro, “Devenir perra” (Ed. Melusina): es “una zorra vasca feminista radical malhablada panfletaria”. El suyo es un primer libro que seguramente no será el último porque es de esos que se lee con la emoción de estar asistiendo a algo importante. Pinchando aquí, aquí y aquí se puede leer este primer capítulo – juiciosamente titulado “Advertencias”- que he tenido, no el morro, sino la obligación moral de escanear y colgar en la red.
Para abrir boca y animaros a comprarlo o robarlo en la Fnac, sólo diré lo más obvio, que se puede leer en la contraportada. Que Itziar Ziga creció en Rentería siendo “una niña freaki que soñaba con ser libre y estar buena” y que después de se marchó a Bilbao a estudiar periodismo y finalmente a Barcelona donde ha mantenido una actividad comprometida y apasionada como activista de ese feminismo salvaje y de bajos fondos que tan bien se aclimata en la ciudad condal. Si te suena el colectivo ex_dones, el eslabón perdido entre feminismo y esperpento, pues ella ha sido una de sus fundadoras junto a Monica Boix. Si te suena la Bata de Boatiné, pues ella es una de las animalitas que dan calor a las manadas que allí se dan cita cada noche.
Desde esos lugares físicos y conceptuales que no salen en los mapas del feminismo comme il faut surge su alarido de zorra enfebrecida que, aunque escrito en primerísima persona, no es ni una autobiografía ni un estudio sociológico sino un ensayo con todas las letras, riguroso y muy bien documentado. Las perras de Itziar Ziga -también conocidas comunmente como putas, cobren o no por sus servicios- reivindican la ultra-feminidad de los zapatos de tacón de aguja y el escote amenazante como un gesto de feminismo radical. Irritante y necesario. Desconcertante e iluminador. Entre otras cosas porque, si como dice, “a todas las mujeres se nos trata en algún o muchos momentos como a parias abordables sexualmente” y si “el cuerpo y la vestimenta de las mujeres siempre han sido campo de batalla, de control y de emancipación” desde el orden patriarcal, por qué no darle la vuelta al estereotipo de la puta y convertirlo en todo lo contrario: un revulsivo de burla y desafío desde las catacumbas de lo políticamente correcto. Un grito de guerra y de placer contra el feminismo puritano de las servidoras del Régimen, el que encierra a las tías calientes y con ideas propias en el estereotipo de la loca histérica con el objetivo de enfrentar a las mujeres buenas con las que no lo son (el viejo divide y vencerás). Y por último, porque como dice otra grande del género, Lydia Lunch: “Pleasure is The Last Revenge”.
¡¡Qué buena pinta!!! Todo un temazo y sin andarse por las ramas. Me encanta. Francamente estoy harta de que se asocie el feminismo a no sé qué icono sesentero de mujeres barbudas, que quien quiera serlo, me parece estupendo, pero también se disfruta viendo el mundo desde un tacón. Aunque sea un poco paródico, o quizás precisamente por eso. ¡Tomo nota!!