Si tienes cuenta en Facebook, la pregunta no es si trabajas o no para ellos, sino cuántas horas metes, cuánto produces, qué parte del pastel te correspondería si las ganancias de Facebook se socializan entre sus usuarios, cuánto debería pagarte Zuckerberg si en lugar de usuario te llamara lo que de verdad eres: un trabajador.
Como usuario, tu valor oscila entre los $3 y los $130. Depende de tu volumen de contactos, del volumen de contactos de tus contactos, de tu volumen de actividad, del volumen de respuestas que provoca tu actividad, etc.
El valor de Facebook, que sube y baja en bolsa, eres tú.
“Sinfonía del Valor Social Añadido”
Stevphen Shukaitis.
Esta es una selección de fragmentos.
El texto fue publicado en inglés en Researching BWPWAP (Back When Pluto Was A Planet), editado por Aarhus Universitet y Transmediale 2013.
La traducción es mía.
Original en inglés aquí.
[…] El 7 de noviembre de 1922, Arseny Avraamov, subido en lo alto de un edificio de Baku con una bandera en cada mano, dirigió una de las obras de arte más ambiciosas que se pueda imaginar. La “Sinfonía de las sirenas”, encargada a Avraamov para conmemorar el quinto aniversario de la revolución rusa, excedía la forma y el alcance de cualquier otra sinfonía. Sus intérpretes eran coros compuestos por miles de personas, una flotilla, 25 locomotoras, la artillería de un batallón militar y todas las sirenas de las fábricas de la ciudad. La intención de Avraamov era conmemorar la liberación de la ciudad, convirtiendo la ciudad entera en un instrumento. No quería crear el espectáculo de la liberación, sino movilizar a todos los habitantes de la ciudad mediante el uso de los instrumentos y capacidades a su alcance.
[…] En una escala mucho menos épica, en agosto de 2010, el net.artista Heath Bunting lanzó “The Heath Bunting Collection”, a través de la cual emitía bonos futuribles de entre 10€ y 150 € avalados por la propia colección. Bunting conservaba en todo momento el 49% de la pieza, convertida así en una reserva de capital. De acuerdo con Bunting, si el valor del arte es relacional (definido por la relación entre el artista y su público), en cierto sentido la obra es irrelevante. Lo que cuenta es el vínculo social, la relación que es la base para el intercambio.
[…] “Todo el mundo es un artista”, proclamaba Joseph Beuys, haciéndose eco del deseo de las vanguardias de abolir la separación entre el arte y la vida. Beuys defendía la producción de una multitud de formas de creatividad en distintos campos de la vida social. ¿Pero qué hacemos con esa idea en la era del semio-capitalismo, en la que el sueño de “todo el mundo es un artista” se ha hecho realidad de un modo perverso, en la forma de “todo el mundo es un trabajador” todo el tiempo? ¿En una era en la que la relacionalidad “esculpida” en los circuitos de la omnipresente cultura de redes se transforma en proveedora de oportunidades para la creación de capital, en una dinámica de YourWork, MyProfit (TuTrabajo, MiBeneficio)?
[…] Esto nos lleva hacia lo que Diedrich Diederichsen ha teorizado como el Valor Añadido Artístico. El VAA señala el modo en que las prácticas artísticas, como la “Sinfonía de las sirenas” de Avraamov, dan forma a prácticas sociales que prefiguran ciertas transformaciones contemporáneas en la producción y circulación de valor. El valor del trabajo artístico y cultural se basa cada vez más en la forma de organizar y explotar lo que se produce a través de las relaciones.
[…] En la factoría metropolitana, la gestión es un concepto redundante, puesto que es inmanente a la organización necesaria para llevar a cabo el trabajo. La gestión se convierte en poco más que el rol, no de producir algo, sino de cosechar y extraer valor de lo que ya está circulando. Se llega así a un arte de la gestión que bebe más del teatro y la dramaturgia que de nociones tradicionales de “ciencias de gestión y administración”. Esta forma de gestión performática se basa en la habilidad para modular, intensificar y alterar la circulación de trabajo y creatividad que se dan en las cuencas productivas de la metrópolis.
[…] La gestión del trabajo, entonces, no es la organización real del trabajo en sí, sino la capacidad de trasladar los costes del trabajo a entidades auto-organizadas, y extraer el valor que producen.
[…] La “Sinfonía de las sirenas”, es algo más que un ejemplo histórico. Todavía existe un potencial profundamente irrealizado en ese modelo de socialidad y producción de valor. La “Sinfonía de las sirenas” demuestra lo que se puede llegar a hacer cuando la colaboración se pone en el centro de la vida, y no en la esfera del interés privado y el esparcimiento. Pero la pregunta es cómo organizar y sostener el exceso de socialidad generado por esas formas emergentes, que pueden ser en un vehículo para re-inventar la sociedad, o ser cultivadas para incentivar la reputación y el valor artístico o personal, o transformadas en un nuevo mercado para la acumulación […].