Quien visite Berlin antes del próximo 9 de enero todavía tendrá tiempo de ver en la Martin-Gropius-Bau una muestra tan ambiciosa como su título, que en castellano significa nada más y nada menos que (atención, trompetas): “Conocimiento del mundo. 300 años de ciencia en Berlin”.
Welt Wissen, como se llama en alemán, es una exposición divulgativa para el neófito que disfruta picoteando aquí y allá o el turista que no quiere pasar la tarde en la calle chupando frío; generosa para el fetichista o el especialista, ya que muestra algunas piezas y documentos a los que de otra forma no se tiene acceso; y superficial para cualquiera que se acerque a ella con ganas de comprender el punto de vista desde el que se aborda el asunto. Es una de esas exposiciones nutridas, entretenidas, recomendables pero de compromiso (de hecho constituye uno de los platos fuertes del Año de la Ciencia en Berlin). Como espíritu inquieto e info-adicto, a mí me dejó poco satisfecha; como neófita y fetichista, bastante satisfecha; y altamente satisfecha como friolera crónica, porque esos días rondábamos los 10 grados bajo cero y dentro hacía tanto calor que tuve que quitarme los segundos calcetines.
La muestra se divide en dos secciones: una, dedicada a la historia de la ciencia en la capital alemana desde el siglo XVIII; otra, a las diferentes tareas que implica el conocimiento científico. Aunque una de ellas, con su sala correspondiente, era justo la de colaboración e intercambio de información -y lo dejaba clarísimo el texto: fundamental para el progreso de cualquier tipo de saber-, si quieres tomar fotografías tienes que hacerlo cuando no miran los guardas, porque está prohibido. La sala en cuestión presentaba algunos proyectos interesantes pero inofensivos, como la biblioteca digital de la escritura cuneiforme, el archivo digital de literatura latina Corpus Scriptorum Latinorum o el repositorio online de patrimonio cultural europeo Europeana (en el que, por cierto, se puede ver el contenido del que desde hace unos días es el libro más caro del mundo, vendido en Sotheby´s por 10 millones de dólares: “The Birds of America” de John James Audubon). Sobre el impacto de las patentes y la propiedad intelectual en el desarrollo del conocimiento científico, ni mención: no sabe / no contesta.
Mi yo fetichista se sintió especialmente complacido, sin embargo, además de por las decenas de libracos antiquísimos y hermosísimos, por las películas del cirujano Ferdinand Sauerbruch, encargado de investigar las prótesis de brazos y manos para los mutilados de la primera gran guerra y de promover su implantación social en la Alemania de los años veinte. “Vean, vean, con qué destreza un joven lisiado enciende un cigarrillo, escribe una carta de amor a su novia y vierte agua de un cubo a otro”. Y lo ves, efectivamente, moviendo con una agilidad de verdad asombrosa esos brazos y dedos de madera que en su Manifiesto contra-sexual Beatriz Preciado analiza como la antesala del cyborg, cuando la máquina no sólo prolonga la carne sino que empieza a volverse carne misma.
Con la miel en los labios pero igualmente sobre-excitada, me quedé con una fotografía del matrimonio de neurólogos Cécile y Oscar Vogt, famosos por haber sido los destinatarios del pedazito de cerebro de Lenin que se envió de Moscú a Berlin para que los mejores especialistas de la época demostraran que era realmente un genio (una historia rocambolesca que mezcla la idolatría religiosa que despertaba el cadáver del viejo líder con el gusto por las intrigas políticas del camarada Stalin, y cuyos detalles salieron a la luz con la apertura de los archivos de la antigua Unión Soviética a principios de la década de los 90).
Por su parte, la sección dedicada a los años del nazismo elude el marrón, como de costumbre pero esta vez con un recurso aún más sorprendente: durante aquella época no hubo ciencia propiamente dicha, por lo cuál se evita hacer cualquier alusión a los experimentos quirúrgicos con prisioneros, los programas de exterminación de enfermos mentales, la persecución de científicos judíos o disidentes, la implantación de la ideología eugénica en todos los hospitales y centros de investigación del Tercer Reich o el recurso a argumentos “científicos” para justificar la puesta en marcha de la Solución Final. Como todo el mundo sabe, eso no forma parte de la historia de la ciencia del siglo XX. Para que el visitante se haga una idea de lo malas personas y peores científicos que eran los alemanes entonces (y que no cante tanto), se presentan dos tipos de documentos: fotografías de quema de libros (oh, los muy criminales) e imágenes de algunos de los 385 Rheinlandbastarde (niños nacidos de la unión de mujeres alemanas con soldados extranjeros durante la primera guerra) que bajo el régimen nacional-socialista fueron buscados y sometidos a esterilizació forzosa (385, qué barbaridad, y encima niños).
Bueno, los que leen habitualmente este blog ya saben que su autora es una cascarrabias pero que en realidad se lo pasa como una enana allá donde va. Lo mejor: me llevé una buena colección de imágenes robadas para mi animalario, mi herbolario y mi gabinete macabro (los tres en construcción). Algunas de las que ilustran este post son de otra exposición, la permanente del Museo de Historia Natural de Berlin; allí también está prohibido hacer fotos pero tiene mejor iluminación y unos guardas mucho más vagos.
genial! vuelvo a tiempo para ver la expo y quitarme el dobre calcetín si es preciso.
me llama la atención cómo hay veces que en Berlín se cuidan mucho de presentar los hecho histtóricos “tal como fueron”(ejem) y otras se los saltán olímpicamente…creo que depende del tipo de museo: si es dirigido a turistas extranjeros o para los de casa.
Por cierto, el almanaque es uno de los libros que siempre estuve tentado de llevarme de la Fnac cuando curré allí; en la sección de infantil realmente brillaba con luz propia.
saludos desde el solete
¿Me estás diciendo que los nombres de Sigmund Rascher o Josef Mengele, por ejemplo, no aparecen?
Hola Loren. Ya sabes cómo es el rollo. El almanaque del doctor Revillod es brutal, la próxima vez que vengas a casa jugamos con él que es super divertido!
Lorena: pues no pondría la mano en el fuego de que no salen sus nombres pero de los experimentos en los campos no hay nada, fuerte eh!
Querida María,
Fíjate que voy a estar de acuerdo contigo en algo, a mí también me faltó cierta información que esperaba encontrar… aunque diferente a la que tu buscabas ☺
En general la exposición me ha gustado mucho, y me ha aportado mucha riqueza a mi conocimiento científico. Pero claro depende de tus inquietudes, si buscas las consecuencias socio-políticas seguramente se te quede corta (de hecho muy corta), sin embargo si te interesa el cómo se llegó a todos esos descubrimientos, cual fue la manzana particular en cada uno de los casos (creo que se aborda más desde este punto de vista) pues está muy bien. Ver el primer experimento de fusión nuclear hecho prácticamente con cajas de cerillas me parece increíble, y no me hace falta que me hablen de Iroshima para que me guste más, sería otro tema, que también igualmente interesante. Piensa en como se estudiaban las reacciones nucleares hace 60 años y donde estamos ahora con el LHC, un acelerador de 21 km a 300 m bajo tierra que alcanza los TeV… los que diseñaron el experimento de fusión nuclear no se podían imaginar a donde íbamos a llegar.
Sobre el tema Nazi, es cierto que los experimentos del doctor Menguele (que por cierto, este hombre no estaba en Auschwitz? ) fueron tan chapuceros que a la ciencia poco le aportaron, no tomó apenas datos que pudieran servir para algo en el futuro: todo se basaba en algo tan general como la etnia, y la etnia judía es muy ambigua, más si no apuntas el peso, edad, constitución etc… ya me dirás que haces con eso. A mi desde luego esa información me sobra, y de hecho no me la esperaba en absoluto. Si quiero ver fotos terribles no tengo mas que ir a Sachsenhausen a que se me encoja el alma. Si voy a una exposición de conocimiento prefiero que se centre en eso. Por supuesto es mi opinión y la expectativas de cada uno son como son. Uun consejo, los congresos, exposiciones etc de conocimiento científico se suelen cernir a ello.
Sin embargo si que eché algo mucho de menos, y es el proyecto Uranio, porque ahí si que se hizo física de verdad, y pensé que por fin iba a ver las notas de Heisenberg con los cálculos mal hecho para retrasar el proyecto y dejar que terminaran antes los del Manhattan, y ver cuan de avanzados estaban cuando los detuvieron a todos… una pena.