1. El alemán, a veces con acento berlinés, a veces confundido con dialectos.
2. El turco, con varios acentos, de varias regiones.
3. El globish, con el que nos comunicamos los que carecemos de una lengua materna en común, hermanados en el uso de ese idioma-puente, lingua franca de la contemporaneidad que todos, solidariamente, hablamos igual de mal.
Aquí es donde empieza la fiesta. La argamasa resultante nos la copiamos unos a otros con alegría, cada cual añade a sus propios barbarismos, que solo tienen sentido como traducciones literales de su propia lengua, los de los demás, que cobran sentido por acumulación y empatía. Así, a fuerza de sometimientos verbales, repetidos y consolidados por el uso, nuestro globish se fortalece cada día. Y cada día también se aleja más de lo que hablan los native English speakers, a los que nadie entiende un carajo.
Mary Louise Pratt llama a esto una lengua de contacto:
“El término contact language se refiere a las lenguas improvisadas que desarrollan entre sí las personas con diferentes lenguas maternas que necesitan comunicarse de forma coherente. Me interesa poner en primer plano la parte de interacción e improvisación de los encuentros coloniales, tan facilmente ignoradas por los relatos de conquista y dominación. La perspectiva del contacto enfatiza cómo los sujetos se constituyen en y a través de sus relaciones con los demás, aborda las relaciones en términos de co-presencia, interacción, entendimientos y prácticas entrelazadas, a menudo en el marco de relaciones de poder radicalmente asimétricas.”
Un tipo de contact language es por ejemplo el créole, el magnífico créole. Una maravilla lingüistica nacida con la invasión europea del Caribe y conocida colonialmente como el dialecto negro del francés. El créole (en francés, que no significa exactamente lo mismo que criollo ni que pidgin) está compuesto por una estructura gramatical francesa, o sea latina, junto con un vocabulario proveniente de, que se sepa, siete lenguas africanas. Hoy se habla en diferentes dialectos, cada uno de ellos fruto de la mezcla con distintas modalidades dialectales de francés tardomedieval. Pese a su origen esclavo el créole posee una cultura escrita, una tradición literaria y una fabulosa cadencia sonora que lo hace particularmente atractivo para el rap.
Las lenguas de contacto son mutantes, imprevisibles y pegajosas. Son el fruto ilegítimo de las mezcolanzas culturales de rango menor. Su reproductibilidad y capacidad de innovación hacen de ellas la pesadilla de los esencialistas de todo pelaje: los lingüísticos, los étnicos, los futbolísticos o los culinarios (estos son los más desdichados). Pero sobre todo las lenguas de contacto reflejan relaciones de poder. Relaciones que no siempre se resuelven a favor del idioma dominante, que con frecuencia acaba doblegado y apenas reconocible, transformado en un puré.
Con el globish, que crece imparable, ha habido varios intentos de poner orden.
El primero, en 1998, cuando Madhukar Gogate presentó ante la Simplified Spelling Society de Reino Unido una versión artificial del inglés, simplificada en la fonética y la ortografía. Así por ejemplo, he is fine se conviertía en hee is fain; eat it quickly en eet it kwikli; the world wants peace and prosperity en tha world wants pees and prosperiti. And sou on. Tras la tentativa de Gogate, que no tuvo gran éxito, fue el turno del diplomático francés Jean-Paul Nerrière quien en 2009 publicó “Globish. The World Over”, un libro que dió carta de naturaleza a una segunda versión simplificada, esta vez sin missespelings pero limitada a 1.500 palabras, suficientes según Nerrière para hacerse entender.
Real como la vida misma, maifrén. Muy interesante esta idea de apropiación del lenguaje retorciéndolo (o simplificándolo) sobre la base de una economía en su uso. Vamos, ley de mínimo común denominador pero que, como bien dices, refleja poderes diferentes que andas por detrás condicionándolo todo.
Si a lo que comentas le añades la capa de Maturana & cía sobre lenguaje generativo, ya tienes para montar una exposición, escribir un libro (elige el idioma) o seguir escribiendo artículos en este tu blog 😉
¿Sabes? Siempre descubro en tus artículos… algo inesperado. ¿De dónde te vienen las ideas para abordar líneas de contenido aparentemente tan dispares? ¿O hay un hilo de fondo que no soy capaz de captar? Bueno, qué más da.
Disfruta de tu particular Globish langüich. Y abrígate, que seguro que ya empieza a refrescar 🙂
😀 Hola Julen. Empieza a refrescar sí. Dicen que poner la calefacción a tope es malo para la salud… pero no hago mucho caso.
Pues buena pregunta, la del hilo. Supongo que ese hilo soy yo. Tengo intereses muy distintos. Como todo el mundo en realidad. Nadie vive ni piensa en cajitas. Es esta tu pregunta? Igual no la he entendido.
Sí, bueno, creo que la pregunta está respondida. Era más mi curiosidad por saber si había algún hilo explícito en los temas que abordas. Pero respondido como lo has hecho, ahí acaba el asunto… bueno, o comienza. En la diversidad está el gusto.
Acabo de llegar de dar una vuelta con la bici por el monte: 22 grados. Esto tampoco puede ser bueno para la salud a estas alturas del año 🙂
oh yeah! mi globish está hecho a base de argentino de provincias, sudaquismos varios, catalán, castellano, yanqui pijo, slang, punki, y una imaginación desbordante… pero te juro que hasta mi perro me entiende!!
eso sí, con british people sólo hablo british porque, como bien dices, no entienden otra cosa… tanto colonialismo les blindó la capacidad comunicativa. en cambio, a quienes trajimos las fronteras y los suburbios no nos cuesta nada hacernos entender y dejar que las palabras y los gestos (quizás la parte más indecentemente olvidada de los idiomas) nos atraviesen constantemente..
siempre un placer leerte
besos!!
Las lenguas de contacto son siempre reductos que crecen, enjambres de otros enjambres que larvan en otros cuerpos y en otros nidos. Son una especie de pidgin perfeccionado, algo así como un pidgin mutante, un cyborgpidgin -Haraway mediante-, que se contruye en el aire que da el contrapelo a las estructuras sintácticas. Si algo aprendí de la filología es que no puedes fiarte de ella. Las lenguas mutan como los cuerpos, y marcan territorios conflictuados. Como los cuerpos. Son queer y cuir. Kuir, Qüir y Kuyr y siempre nos pillan con el paso cambiado, con la lengua en otra parte del cielo alveolar. Lo mejor: disfrutar de sus mutaciones y aprender a mutar con ellas.
un pequeño apunte de Adriano Celentano:
http://www.youtube.com/watch?v=BZXcRqFmFa8&feature=colike